Y luego dicen que el Latín no sirve para nada...



Artículo de Mª Ángeles Jiménez Martín para la revista Cortiza del IES “Loustau-Valverde” de Valencia de Alcántara.

Quien quiera saber para qué sirve el Latín que se lo pregunte a Alberto Morales Pérez y a Álvaro Román Mendo, alumnos de 2º de Bachillerato, que acaban de ganar los premios primero y segundo respectivamente de la V Olimpiada de Latín de Extremadura. Además de sendos diplomas olímpicos, el campeón recibió 300 euros y el subcampeón, 200.
Pero aunque Alberto y Álvaro piensen que el principal beneficio que el Latín les ha reportado hasta ahora haya sido este premio material, se equivocan. Ellos todavía no saben lo útil que les serán en el futuro las llamadas lenguas clásicas (el latín y el griego), pues son las lenguas que han ido constituyendo nuestro vocabulario a lo largo de los siglos. Tendrán la suerte de saborear el significado literal de palabras como “recordar” (desde el punto de vista etimológico, “volver a pasar por el corazón”), y podrán conocer con claridad el significado de términos a simple vista ininteligibles ─pero completamente transparentes con unos mínimos conocimientos de griego y latín─, como “hemoftalmia” (“sangre en el ojo”), nombre científico para el derrame ocular.
Sin las lenguas clásicas, muchos de los conceptos que ahora tenemos tal vez existirían (¡quién sabe!), pero tendrían un sonido y un aspecto diferentes. Sin ellas, sería imposible designar incluso las asignaturas que hoy en día se estudian en nuestro instituto. ¿Cómo llamaríamos a la Música, la Educación Plástica y Visual, la Historia, la Geografía, la Filosofía, la Psicología, la Lengua o la Literatura? ¿Y a las Matemáticas, la Física, la Economía, las Ciencias Naturales, la Tecnología o al Ciclo de Electricidad? ¿Se practicaría deporte en los institutos sin la Educación Física?
Pero empecemos por el principio: ¿Cómo escribiríamos sin el alfabeto latino, heredado de los griegos?
¿Cómo sería nuestro mundo si los griegos no hubieran inventado la escuela? “¡Un paraíso!” ─intentaríais decir muchos de vosotros, pero no podríais hacerlo, porque la palabra “paraíso” también es griega─. Y volviendo a la escuela, no deja de resultar curioso el hecho de que esta palabra haya mantenido en Occidente su forma con ciertas variaciones (“school, “école”, “escola”, “Schule”), pero no su significado: para los griegos, amantes del conocimiento, la escuela representaba su “tiempo de ocio” (ése es el significado literal de la palabra) porque sólo podían asistir a ella los que, por su posición acomodada, disponían de tiempo libre; y ahora, por el contrario, tiene unas connotaciones bien diferentes. ¿Quién pasaría su tiempo libre hoy en la escuela? Casi nadie ha levantado la mano…
¿Cómo pensaríamos sin la Filosofía, que nació en Grecia? ¿Podríamos concebir un mundo sin teatro, otro invento de los griegos? ¿Sería lo mismo un curso escolar sin la excursión a Mérida para ver una comedia o una tragedia? ¿Serían las clases de matemáticas iguales sin Pitágoras y Tales? ¿Y las de Física sin Arquímedes? La Música no sería un arte heredado de las Musas… Garcilaso se hubiera quedado sin Dafne y sin Apolo, Dante no hubiera bajado hasta el infierno, y Romeo y Julieta nunca hubieran muerto por amor…
¿No perdería el cielo parte de su encanto si no estuviera poblado de mitos: Andrómeda, Casiopea, las Pléyades, etc.? ¿Cómo veríamos a Tauro, si no fuera la piel de un toro, o a Acuario, si Ganímedes no estuviera escanciando agua con su jarrón? El planeta rojo ─como la sangre─ no llevaría el nombre del dios latino de la guerra, ni el planeta con la órbita más rápida alrededor del sol se llamaría Mercurio, como el mensajero de los dioses, que siempre anda corriendo de un lado para otro…
Sin los griegos ¿habría democracia, el menos malo, quizás, de los sistemas políticos conocidos? ¿Qué nombre recibiría el continente en el que vivimos? Seguramente no se llamaría Europa, como una amante de Zeus…
¿Cómo contaríamos los días, los meses y los años sin nuestro calendario romano? En el siglo I a.C., con los aparatos más rudimentarios, ya se sabía que el año solar duraba 365 días, 6 horas y unos minutos.
Y ¿qué decir de las obras de ingeniería romanas?: puentes que se restauran de siglo en siglo y no de año en año, acueductos que solucionaron el problema del abastecimiento de agua, un sistema eficaz de calefacción que calentaba el suelo y no el techo…
Nos creemos originales haciendo grafitis en los muros o escribiendo en las paredes y puertas de los establecimientos públicos, pero es porque no sabemos que los romanos ya hacían pintadas en las calles para apoyar a su candidato de las próximas elecciones o para alabar a algún aguerrido gladiador.
Y ¿cómo pasar por alto el derecho, una de las grandes aportaciones de Roma a Occidente: “in dubio pro reo”, “dura lex, sed lex”…?
Sin Edipo y Electra, Freud hubiera tenido que dar otro nombre a sus complejos. Y sin las lenguas clásicas, no hubiéramos podido llevar marcas como “Nike”, “Kappa” o “ASICS” (“Anima sana in corpore sano”, variante del “Mens sana in corpore sano” de Juvenal).
¿Serían iguales las salas del Museo del Prado si Dánae no hubiera recibido a Zeus en forma de lluvia de oro, si el chivato del Sol no le hubiera contado a Vulcano que su mujer le estaba siendo infiel o si no hubiera “Venus” exhibiendo sus gracias por aquí y por allá? ¿Y “Las Hilanderas”?: ¿cómo hubieran podido mantener sus cuatro planos, si la tejedora Aracne no se hubiera atrevido a desafiar a la diosa de las artes?
¿Sabríamos quién de los dos ─el hombre o la mujer─ recibe más placer en el acto sexual? Sólo el adivino Tiresias conoce la respuesta… y algunos privilegiados que compartimos su secreto…
Sin griegos y romanos, muchos de vosotros tendríais otro nombre; yo, sin ir más lejos, no sería la “mensajera”.
Y ¿qué decir de la “ecología”, esa palabra tan mía y tan griega que hace alusión a la relación que mantenemos con nuestra casa, el Medio Ambiente? Nos creemos que es un tema novedoso, que antes de ahora no había habido ninguna preocupación por estas cosas, pero pocos saben que ya Platón describió como nadie los efectos de la deforestación: “En comparación con lo que había entonces, lo de ahora ha quedado… semejante a los huesos de un cuerpo enfermo, ya que se ha erosionado la parte gruesa y débil de la tierra y ha quedado sólo el cuerpo pelado…”. Creo que a quienes vivíamos en Valencia de Alcántara en el año 2003, cuando el fuego asoló nuestra comarca, todo esto nos suena de algo…
¿Dónde se bañarían los madridistas para celebrar las victorias de su equipo? ¿Quién acogería a los atléticos cuando ganaran los suyos? Neptuno no, por supuesto.
¿Y cómo no hablar de las Olimpiadas, esas competiciones que se celebraban en Olimpia cada cuatro años? En la actualidad siguen vigentes, aunque han cambiado mucho desde que tuvo lugar la primera, allá por el 776 a.C.: los participantes ya no son sólo hombres ni sólo griegos, la sede casi siempre es distinta, se han ido añadiendo numerosas pruebas con el paso del tiempo… Y no sólo eso, sino que a nivel nacional y regional, se han ido creando otras olimpiadas paralelas: de Matemáticas, Química, Latín, Griego… Concretamente, las primeras Olimpiadas de Lenguas Clásicas de Extremadura empezaron a celebrarse hace cinco años, y por segundo curso consecutivo nuestro instituto ha participado en ellas.
El pasado 15 de abril, día de Júpiter, por la tarde, fueron llegando a la sede olímpica ─la Facultad de Filosofía y Letras de la UEX─ desde diferentes puntos de Extremadura, los atletas que, como su nombre indica, “iban a competir por los premios”. Los acompañábamos sus respectivos entrenadores. Nuestro centro envió a Alberto y a Álvaro, del demo de Salorino. Prescindiendo del juramento olímpico (“somos hombres libres, de pura raza...”), y tras unas palabras de los Jueces para informar sobre las reglas del juego, empezó el pentatlón de Latín: traducción, análisis morfosintáctico, etimologías, literatura latina y el legado romano en Extremadura. “Alea iacta est!” ¡La suerte estaba echada! Fue una hora y media intensa en la que nuestros representantes dieron lo mejor de sí mismos. De hecho, yo nunca los había visto tan entregados… Más tarde, después de un pequeño descanso, tendría lugar el pentatlón de Griego.
Y si exceptuamos los primeros apuros que pasaron nuestros atletas por el olvido de los implementos necesarios para realizar las pruebas (los diccionarios), todo fue evolucionando de manera favorable para ellos… y terminó aún mucho mejor…
Después de unos días de deliberación, los jueces emitieron su veredicto. Los premios a los nuevos campeones olímpicos se entregaron en la inauguración del festival grecolatino de Emerita Augusta, el día 20 del mes de Afrodita, día de Marte.
¡Enhorabuena, Alberto y Álvaro, por vuestros premios económicos! ¡Y felicidades por haber tenido la suerte de acercaros al mundo clásico (ya desde 3º de la E.S.O.) y entender todo o casi todo aquello sobre lo que he ido hablando a lo largo de estas líneas! El premio económico es importante, ya lo sabemos, pero es efímero; sin embargo, como escribió Séneca, “Dediscit animus sero quod didicit diu” (“El espíritu olvida tarde lo que aprendió durante mucho tiempo”).
“Llamáis lenguas muertas al lenguaje de los griegos y de los latinos. Pero de ellas se origina lo que en las vuestras pervive” (Schiller)

Mª Ángeles Jiménez Martín